martes, 21 de septiembre de 2010

El Presupuesto, otro Vaudeville

La recién aprobada reforma constitucional concita comentarios tan disímiles que unos la consideran un avance al marco institucional del país, mientras que otros la consideran un retroceso, al extremo que la sitúan en épocas anteriores al período democrático, aun conscientes de las mentiras que enjaezan la llamada “democracia representativa” que alegamos como forma rectora de vida de los habitantes de nuestro país.

Uno de los aspectos contentivos en la reforma aprobada es el del Presupuesto General de la Nación, estableciendo una serie de normativas llamadas a “mejorar” esta figura vital para la administración de los recursos aportados por todos. Sin embargo, las intenciones encuentran nodos imposibles de conjurar, porque no obstante otorgarle la responsabilidad al Congreso de la República de fiscalizar al Poder Ejecutivo, no le provee las herramientas que hagan posible esa fiscalización, además de que la estructura sistémica de la planificación del Presupuesto, el presupuesto y sus objetivos no permiten ingerencia alguna que contribuya con la eficacia del uso de los tributos de los contribuyentes.

Cuando citamos como deficiente la estructura de la planificación del presupuesto, nos referimos a que esta planificación no parte de un punto de origen como referencia a lo que se pretende lograr con la ejecución de cada programa previsto. No partimos de datos estadísticos que defina el país que tenemos, ni logros cuantificables con la ejecución presupuestaria para establecer, el país que queremos a ese término.

Como un simple ejemplo, el presupuesto del programa de mortalidad materna al ser ejecutado no nos dice el índice de mortalidad materna actual, ni nos dice en cuánto vamos a reducir ese índice al final del año fiscal.

Tampoco el sistema de ejecución presupuestaria garantiza la disponibilidad de los datos contentivos de la ejecución presupuestaria mensualmente para que los legisladores puedan disponer de información veraz sobre el uso del dinero del erario.

Tampoco se facilita contribuir con la mejor distribución de las partidas presupuestarias, ya que la ley imposibilita que los legisladores puedan hacer cambios a las decisiones del Ejecutivo, y todavía se pudieran vencer las barreras de los requerimientos porcentuales, todavía queda la observación de la ley en poder del Presidente de la República, con el atractivo de que un presupuesto no aprobado a tiempo beneficia al Ejecutivo porque mantiene el ultimo presupuesto aprobado, lo que significa disponer de dinero no presupuestado, por lo que puede gastarlo a su discreción.

En materia de presupuesto, nuestro país está muy lejos de contar con un instrumento de desarrollo en igualdad para todos los sectores de la sociedad. Se ha convertido en un botín codiciado para satisfacer ambiciones personales, cuando mas, de subsectores sociales que se arremolinan al derredor del panal del poder para saciar su haragana codicia de enriquecimiento. Y esto ha sido una constante en todos los gobiernos que hemos disfrutado posterior al malogrado gobierno de los siete meses que farsantes, ladrones y asesinos le negaron a este pueblo semi analfabeto.

El presupuesto son estertores de los esquilmadores oficiales que airean en la mesa redonda del Rey “Arturo” para darle estímulos de inteligencia a los bufones del rey, ya que los ministros se limitan a enviar una copia modificada de la solicitud del año anterior, a guiso de presupuesto, y que sin prestar atención, los genios de las finanzas asignan a gusto, las partidas a cada ministerio e institución estatal.

La gravedad es tal, que mientras un ministro osa declarar que no requiere de mayor presupuesto mientras su cartera es una de las más deficientes, otros demandan más dinero, para magnificar su incapacidad al exhibir nóminas y gastos personales improductivos.

¿Qué más nos falta por ver en medio de tanta tortura?

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