domingo, 8 de agosto de 2010

Cosas que se ven, y…

La magnitud del problema con ribete internacional que tiene el país con el problema haitiano es mas grave de lo que se percibe en los medios de comunicación, gracias a las voces de dominicanos preocupados por la dominicanidad.

La reconstrucción de Haití, y el desamparo de los nacionales haitianos es apenas una de las desgracias que enfrenta el gobierno dominicano como responsable de la administración del Estado.

Dadas las características de que esta es una sociedad que vive en eventualidades, las incidencias de la presencia haitiana en todos los confines del territorio nacional quiere pasar desapercibida, porque el evento de las elecciones congresuales y municipales previstas para este año, pero afectada por la eventualidad de la prolongación del mandato, tiene ahogada, le resta importancia a gritos y expresiones de sectores sociales y económicos, significativamente afectados por esta realidad.
Se ha comprobado en todas las sociedades, que los inmigrantes se inician realizando tareas de baja remuneración, que son las de mayor esfuerzo físico o consideradas “humillantes”, debido a que la necesidad de producir empuja al ser humano a aceptar condiciones a falta de alternativas.
La presencia de la mano de obra haitiana en la agricultura y la pecuaria; en la construcción; en la servidumbre y vigilancia ha generado un nuevo frente de discordia social que llega a la jurídico.

A sabiendas de que se dan injusticias obrero-patronales, y que los trabajadores adquieren derechos irrenunciables como seres humanos, profesionales del derecho se han dedicado a la representación de obreros haitianos en demanda contra pequeños y medianos empresarios, muchos de estos, que por el capital de su empresa, no califican para ciertas condiciones contractuales que de manera genérica, establecen las leyes.

Otra situación que se está dando es la cada día mas reiterada participación de nacionales haitianos a la comisión de actos reñidos con la ley, empezando con robo de ganado en los municipios fronterizos, y últimamente en la región este, lo que ha dado lugar a que los ganaderos se hayan conformado en grupos de vigilancia nocturna fuertemente armados para resguardar sus propiedades.

Otras actividades delincuenciales se han suscitado, especialmente, actos de violencia criminal, dada su conocida habilidad en el manejo del machete.

La salud colectiva tiene un enemigo en ciernes con la incursión de estos nacionales en la venta ambulante de alimentos expuestos al aire libre y la contaminación aérea, como lo es la venta de dulces criollos, jugos naturales, coco de agua, jugo de caña, maní tostado, platos de frutas, fritura, y hasta comida al medio día salvajemente cocinada en aceras y contenes.

Cabe destacar que producto de la inmigración ilegal haitiana, enfermedades contagiosas que habían sido erradicadas de nuestra sociedad están presente y según las estadísticas, su presencia se está esparciendo por todo el territorio nacional, como por ejemplo, la tuberculosis.

Y citamos la “inmigración ilegal” porque si la voluntad política del gobierno dominicano hubiera dispuesto la aplicación de una ley de Migración moderna, los controles fito-sanitarios y de salud evitarían la entrada de extranjeros afectados por enfermedades contagiosas en general.

Otro aspecto importante que la sociedad dominicana no llega a comprender es la apetencia de las autoridades por exportar producción nativa a las Américas, Asia y Europa para agenciarse dólares, mientras al cruzar la frontera terrestre tenemos un mercado informal en el que se intercambian bienes y servicios equivalentes a millones de dólares.

También normal en toda región fronteriza, ese mercado es columna vertebral de la economía de las ciudades fronteriza, además de tener mayor importancia para el pueblo haitiano, habida cuenta de que ellos no tienen la capacidad productiva de alimentos que tiene la sociedad dominicana.
Sin embargo, gracias a las organizaciones internacionales, a su reducida clase media y alta, y a las organizaciones no gubernamentales que viven de su desgracia, tienen el poder adquisitivo para satisfacer sus necesidades básicas, unos, y generales, otros.

Sería de sabios invertir en la frontera y construir un mercado de intercambio comercial controlado por las autoridades del ramo; la construcción de una Zona Industrial para la producción de productos de vocación exportable como envases plásticos, de aluminio, de foam; fabricas de pastas alimenticias, sazones para cocinar; industrialización de granos, vegetales, embutidos; pagadero en divisas.

Otro aspecto que se debería tomar en cuenta es la construcción de un Centro de Salud Regional especializado en Maternidad y Pediatría, Geriatría, y Cirugía, con centros satélites de medicina preventiva, modalidad “Médico del Hogar”.

Según las últimas estadísticas, tres de cada diez parturientas en el Hospital Cabrál y Báez de Santiago, son haitianas que viajan desde Haití, parte de actividades comerciales organizadas para estos fines, además de que en la ciudad capital el por ciento de haitianas parturientas está en franco crecimiento, con el agravante de que estas residen o se quedan en territorio nacional.

Los presupuestos son estimados en función de objetivos y en el caso del de los servicios públicos de la Nación, gastar dinero en una población no estimada significa reducir la calidad de estos servicios, afectando, lógicamente, derechos adquiridos de nacionales que tributan.

Además de los servicios de salud, los inmigrantes usufructúan lo presupuestado para educación, vivienda, transporte, energía, etc.

No es que nos opongamos a la solidaridad social, es que debemos actuar bajo un orden, planificados, con controles, con eficiencia. Notese que paises que acogen a extranjeros tienen un marco legal para su racionalidad, respetan todos los derechos que establecen las leyes, pero su radicalidad en el cumplimiento de las regulaciones migratorias, son hasta cuestionables, pero las imponen.

“El permitir el tránsito a una comunidad a través de una propiedad genera un derecho adquirido para la comunidad, por lo que el dueño pierde el derecho de propiedad”.

¿Podría esta norma llevarnos al análisis del peligro de lo eventual, que parece ser nuestro sino?

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