sábado, 28 de agosto de 2010

Infortunios de la pobreza

La naturaleza de asociación del hombre ha compelido a las sociedades a organizarse en función de objetivos comunes que les permita aminorar los efectos negativos de las diferencias económicas y culturales de los pueblos que conforman los continentes que conforman el globo terráqueo.

Así nace la ONU, la OTAN, la OMC, UNICEF, FMI y otras tantas organizaciones internacionales. En 19474, los países mas desarrollados acordaron crear una organización que en función del interés colectivo, tuviera la facultad de intervenir en la presentación de soluciones a los problemas del manejo de la economía que se sucedieran en los países miembros, especialmente, aquellos menos desarrollados, y por ende, con menor capacidad productiva.

Sus estatutos declaran como objetivos principales “la promoción de políticas cambiarias sostenibles a nivel internacional, facilitar el comercio internacional y reducir la pobreza”.

Su propósito declarado es “evitar las crisis en los sistemas monetarios, alentando a los países a adoptar medidas de política económica; como su nombre indica, la institución es también un fondo al que los países miembros que necesiten financiamiento temporal pueden recurrir para superar los problemas de balanza de pagos. Otro objetivo es promover la cooperación internacional en temas monetarios internacionales y facilitar el movimiento del comercio a través de la capacidad productiva”.

En su origen, todo muy bien, hasta que al discurrir del tiempo, las “recetas” fondo-monetaristas empezaron a afectar de manera negativa a las sociedades mas pobres, las de los países llamados “del tercer mundo”, al extremo de que los programas solidarios de asistencia social, y productivos de la clase mas pobre, son eliminados como condición del Fondo Monetario para asistir a los países pobres.

La política de asistencia financiera del FMI ha sido tan agresiva a los intereses de los que menos pueden, que ha dado lugar a criticas puntuales por distintos sectores sociales, al extremo de que hasta el Sr. Joseph Stiglitz, ex-Economista Jefe del Banco Mundial y Premio Nóbel de Economía 2001 en reiteradas ocasiones, ha destacado los efectos negativos de las medidas correctivas impuestas, en ocasiones, por los técnicos de esa Organización, que, dada la gravedad, permítannos citarlas para su consideración:

• Saneamiento del presupuesto público a expensas del gasto social.
• Generación de superávit fiscal primario suficiente para cubrir los compromisos de deuda externa.
• Eliminación de subsidios, tanto en la actividad productiva como en los servicios sociales, junto con la reducción de los aranceles.
• Reestructuración del sistema impositivo. Con el fin de incrementar la recaudación fiscal, ha impulsado generalmente la implantación de impuestos regresivos de fácil percepción (como el Impuesto al Valor Agregado)
• Eliminación de barreras cambiarias.
• El concepto de servicios, en la interpretación del FMI, se extiende hasta comprender áreas que tradicionalmente se interpretan como estructuras de aseguramiento de derechos fundamentales, como la educación, la salud o la previsión social.
• Políticas de flexibilidad laboral: desregulación del mercado de trabajo.

En un amplio análisis a estas medidas podemos colegir la maldad que encierra en contra de los que menos pueden, de los excluidos de las riquezas, de las sociedades desarrolladas, que si comparamos con los fundamentos que le dieron razón de ser, el Fondo se ha alejado del espíritu de sus ideólogos, convirtiéndose en gendarmes del “tercer mundo” con la misión de garantizarle a los países desarrollados, miembros de la Organización, el cumplimiento del pago de las deudas bilaterales sin importar los sectores sociales que puedan ser afectados.

Nótese que al Fondo no le importa mal manejo de fondos tipificados como prevaricación, tampoco la forma vil de la administración de los certámenes electorales, tampoco las violaciones a las leyes, aunque esta sea la Constitución, como el endeudamiento del país sin la aprobación del poder Legislativo. Después que el Fondo interviene en la económica de un país miembro y se garantiza el cumplimiento de los acuerdos de pago de las deudas internacionales, recogen y se marchan, y los que vengan atrás, que arreen.

Sin embargo, no obstante tener el Fondo autoridad para cuestionar violaciones a leyes y procedimientos que tengan que ver con la economía nacional o con el endeudamiento del país, sus autoridades no impusieron sus criterios cuando el gobierno central violó lo acordado en el TLC, manteniendo los impuestos a las importaciones; tampoco opinaron cuando incumplieron la promesa y la ley de austeridad con la reducción de un 20%, lo que no solamente fue incumplido, sino que el gasto corriente aumentó significativamente; y no obstante su presencia en el país durante el escándalo y la sentencia del Préstamo de la Sunland, el Fondo procedió a bendecir a las autoridades del gobierno de turno.

De Da Vinci se recrea su consideración de que “quien debe castigar lo mal hecho y no lo hace, autoriza a que se cometa”.

Es consuelo de tontos albergar esperanzas por acuerdos con el FMI, porque ha quedado demostrado que su presencia tan solo le mortifica a los que tienen conceptos de equidad y respeto a las leyes y al nacionalismo, porque los indolentes, antes de preocuparse por la llegada de los técnicos de esa institución, se alegran, ya que mientras mas indolentes son los funcionarios, mas complacientes son con las recomendaciones foráneas, a sabiendas de que una vez satisfecha la voracidad de los gendarmes, saciaran su sed y avaricia, gracias al engrosamiento de la vista de extranjeros empoderados a los que les importa un comino la desgracia del pueblo dominicano.

Resistamos para ver “Cuando allá se pase Lista”.

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